La fracturación o fractura hidráulica (comúnmente conocida en inglés como hydraulic fracturing o fracking) es una técnica para posibilitar o aumentar la extracción de gas y petróleo del subsuelo. El procedimiento consiste en la inyección a presión de algún material en el terreno, generalmente agua, con el objetivo de ampliar las fracturas existentes en el sustrato rocoso que encierra el gas o el petróleo, favoreciendo así su salida hacia el exterior. Habitualmente el material inyectado es agua con arena y productos químicos, aunque ocasionalmente se pueden emplear espumas o gases.
Esta técnica se ha popularizado en la última década, sobre todo en Estados Unidos, pero en Europa existen muchos países reticentes a la utilización del fracking por sus posibles consecuencias medioambientales. Además de un enorme consumo de agua, es habitual que junto con la arena se incluyan multitud de compuestos químicos, cuya finalidad es favorecer la fisuración o incluso la disolución de la roca, y que podrían contaminar tanto el terreno como los acuíferos subterráneos. Otra de las consecuencias probables es la provocación de pequeños seísmos.
Ésta es la consecuencia que han sufrido las poblaciones costeras de Tarragona y Castellón que se encuentran frente a las instalaciones marinas del Proyecto Castor. Numerosos terremotos de baja magnitud, aunque un de ellos llegó a los 4,2 grados, se han percibido en la zona. En nuestro país, todavía no existe ninguna explotación en funcionamiento que utilice el fracking, aunque sí se han dado permisos de prospección en varias comunidades.
El funcionamiento del Proyecto Castor mantiene algunas semblanzas con la técnica del fracking, ya que también se inyecta gas a presión en el subsuelo, pero en este caso proviene de una canalización submarina derivada de la conducción general de gas natural. La instalación funciona como almacén de gas para períodos de gran demanda, ya que la regulación europea obliga a tener unas reservas equivalentes a 20 días de consumo. El gas se comprime y se almacena aprovechando el pozo de una antigua explotación petrolífera.
Por otro lado, los puntos a favor de la utilización de esta técnica son fundamentalmente económicos. La fractura hidráulica reduce el coste de la energía, ya que permite reducir la importación de gas o electricidad, e incluso puede conseguir autobastecer al país. Y con un coste energético más barato las empresas seran más competitivas. Se calcula que en España, mediante esta técnica, se cubririan las necesidades de gas durante al menos 40 años.
Desde que la revolución del fracking comenzó, el precio del gas en EEUU ha caído más de un 44%, mientras en Europa subía un 23% de media. Pero, además en Europa la electricidad, según el presidente de la CE, Durao Barroso, es un 50% más cara que en EEUU y el gas industrial, casi un 75% superior. Estados Unidos es autosuficiente en gas e importa menos petróleo que en 2007, y va camino de autoabastecerse. Además, ha creado 600.000 puestos de trabajo derivados de esta actividad.
Pero existe otro aspecto beneficioso asociado al auge de las explotaciones del gas natural de esquistos mediante la fractura hidráulica. Según un artículo publicado por el Spain Green Building Council esta práctica provacará que EE.UU. cumpla con el compromiso de Kioto de reducir la emisión de gases contaminantes, y esto sin haberlo firmado.
Desde 2006 a 2011 EE.UU. ha conseguido una reducción neta de las emisiones del 7,52% en 5 años. El desplazamiento de la producción eléctrica a centrales alimentadas con gas natural de fracking ha sido la causa principal del cambio. Se han cerrado centrales térmicas de carbón y sus minas asociadas, y también muchas centrales térmicas alimentadas con petróleo. Por contra, España sigue incrementando año tras año las emisiones de CO2. Según el informe anual de Red Eléctrica de España las emisiones de gases efecto invernadero, aumentaron en 2012 un 10% respecto a 2011.
Los beneficios económicos resultan muy atractivos y más en estos tiempos de crisis. Pero las repercusiones sobre el medio ambiente y la salud de la población pueden acabar siendo letales. Aunque después de lo vivido en el Delta del Ebro, lo que es seguro es que la posibilidad de un terremoto no es sólo una mera especulación.